Bruxismo: Cómo el estrés puede perjudicar tus dientes. Prevención y tratamientos
Escrito por Javier Palacios
Odontólogo y responsable asistencial de las clínicas dentales IMQ

La salud dental es una de las grandes olvidadas. A menudo, se tiende a menospreciar que los dientes estén en el mejor estado posible. Ya sea por dejadez o desconocimiento, muchas personas no realizan las tareas de higiene como deberían. Pero existen problemas más allá de unas caries o unas encías inflamadas, como es el caso del bruxismo.
¿Qué es el bruxismo?
Es un trastorno funcional que se caracteriza por el apretamiento o rechinamiento involuntario de los dientes, que puede ocurrir tanto durante el día como por la noche. Esta actividad no está relacionada con funciones masticatorias normales, como comer o hablar, y se presenta de forma repetitiva, muchas veces sin que el paciente sea consciente de ello.
Desde un punto de vista clínico, el bruxismo puede clasificarse en dos tipos principales: bruxismo céntrico, que consiste en apretar los dientes sin movimiento lateral, y bruxismo excéntrico, donde hay movimientos de fricción entre los dientes. Ambos pueden generar consecuencias significativas para la salud oral y general del paciente si no se detectan y controlan a tiempo.
Ten en cuenta que este trastorno afecta sobre todo a la musculatura masticatoria y a la articulación temporomandibular, lo que provoca síntomas como dolor mandibular, cefaleas tensionales, sensibilidad dental y desgaste anómalo de las superficies dentales. A nivel estructural, puede causar microfracturas en los dientes, pérdida de esmalte, movilidad dental e incluso afectación periodontal.
El diagnóstico del bruxismo suele realizarse mediante una evaluación clínica detallada, que se combina en algunos casos con estudios complementarios como la polisomnografía en el contexto de la variante nocturna. También pueden utilizarse férulas de descarga como herramienta diagnóstica para identificar patrones de desgaste.
¿Cómo se previene la aparición del bruxismo?
Uno de los principales enfoques preventivos consiste en la gestión del estrés y la ansiedad, ya que se consideran factores psicológicos vinculados de manera estrecha al bruxismo, en especial en su forma nocturna. Técnicas como la meditación, la respiración controlada, el ejercicio físico regular o la terapia cognitivo-conductual pueden ser herramientas útiles para reducir la tensión emocional acumulada.
En el ámbito funcional, es fundamental tomar conciencia de los hábitos orales durante el día. Evitar acciones como morderse las uñas, mascar objetos duros (bolígrafos, tapas), apretar la mandíbula o empujar los dientes superiores contra los inferiores puede disminuir la carga sobre el sistema masticatorio. El entrenamiento de la conciencia mandibular, bajo supervisión profesional, puede ayudar al paciente a identificar y modificar conductas parafuncionales.
Asimismo, se recomienda evitar estimulantes como la cafeína, el alcohol y el tabaco, sobre todo en las horas previas al descanso, ya que estos pueden alterar el sueño y aumentar la probabilidad de episodios de bruxismo nocturno.
En casos con predisposición anatómica o maloclusión, una revisión temprana por parte del dentista puede detectar alteraciones estructurales que, si se corrigen a tiempo, pueden evitar el desarrollo del bruxismo o reducir su intensidad. La prevención también implica educación: informar al paciente sobre los signos iniciales y fomentar revisiones odontológicas regulares permite actuar de forma precoz y eficaz.
Tratamientos eficaces
Cuando la prevención falla, es indispensable seguir el mejor tratamiento disponible. Ya sea para cuidar de la salud mental o para evitar daños físicos, el dentista debe escoger el enfoque más adecuado. De entre ellos, los siguientes son algunos de los utilizados:
- Férulas de descarga o placas oclusales. Son dispositivos removibles fabricados a medida que se colocan sobre los dientes durante la noche. Actúan como una barrera física entre ambas arcadas, lo que reduce el desgaste dental y distribuye las fuerzas de manera uniforme. También ayudan a disminuir la hiperactividad muscular.
- Terapia farmacológica. En algunos casos, pueden indicarse relajantes musculares, ansiolíticos o antidepresivos bajo supervisión médica. Estos fármacos se utilizan como tratamiento complementario para reducir la tensión muscular o tratar trastornos del sueño o ansiedad relacionados.
- Terapia psicológica o conductual. La intervención psicológica, como la terapia cognitivo-conductual, es eficaz en casos de bruxismo relacionado con el estrés. Ayuda al paciente a identificar situaciones de tensión, modificar respuestas conductuales y mejorar la gestión emocional.
- Rehabilitación oclusal. En situaciones donde el bruxismo ha provocado daño severo a la estructura dental o hay factores oclusales que contribuyen al trastorno, pueden ser necesarias reconstrucciones dentales o ajustes oclusales para restaurar el equilibrio funcional.
- Técnicas de fisioterapia y ejercicios mandibulares. La aplicación de fisioterapia especializada y ejercicios específicos puede aliviar la tensión en la musculatura masticatoria, mejorar la movilidad de la articulación temporomandibular (ATM) y reducir el dolor asociado.
- Toxina botulínica (Botox). En casos resistentes al tratamiento convencional, la infiltración de toxina botulínica en los músculos maseteros y temporales puede disminuir la fuerza de contracción, reduciendo los episodios de bruxismo y el daño colateral.
A la hora de cuidar de la salud, hay que optar por un enfoque completo. Esto queda patente con el bruxismo, que exige cuidar tanto de la zona bucal como de la propia mente. Recuerda mantener bajo control el estrés y analizar tus hábitos para prevenirlo. Pero si termina por surgir, no dudes en consultar con tu dentista habitual para encontrar el mejor tratamiento.
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