Seguridad y ergonomía con frío
La salud se resiente de manera negativa en entornos fríos. Ya sea por la llegada del invierno o al interactuar con una cámara frigorífica, es esencial recurrir a unas medidas de protección. Existen diferentes soluciones que se pueden aplicar y que no hay que menospreciar.
Ropa adecuada y EPIs para trabajo con frío
La exposición prolongada a bajas temperaturas puede provocar desde molestias leves hasta hipotermia, congelaciones, rigidez muscular y pérdida de destreza, con el consiguiente aumento del riesgo de accidentes laborales. Por ello, la elección de la ropa adecuada y de los equipos de protección individual (EPIs) es un aspecto clave en la prevención de riesgos.
La base de la protección frente al frío se apoya en el sistema de capas de ropa. La primera debe ser térmica y transpirable, ya que será la encargada de evacuar la humedad corporal para evitar el enfriamiento por sudor. La segunda actúa como aislante, para lo que se usan forros polares o tejidos térmicos que retienen el calor. La tercera, imprescindible en exteriores, protege frente a la lluvia, la nieve y el viento, factores que multiplican la sensación térmica.
En cuanto a EPIs específicos, los guantes térmicos son esenciales para conservar la destreza manual sin comprometer el aislamiento. Deben adaptarse al tipo de trabajo, pues no es lo mismo manipular herramientas que manejar productos en cámaras frigoríficas. El calzado de seguridad aislante, con suela antideslizante y resistencia al frío, previene resbalones y congelaciones en los pies.
Si el ambiente de trabajo se encuentra a temperaturas extremas, también es recomendable el uso de gorros, pasamontañas o protectores faciales térmicos, sobre todo cuando existe exposición directa al viento.
¿Cómo deben ser las instalaciones si se trabaja en ambientes fríos?
Más allá de la ropa y los equipos de protección individual, las instalaciones deben estar adaptadas al trabajo a baja temperatura. Su diseño garantizará la seguridad, la salud y la continuidad operativa, ya que las bajas temperaturas no solo afectan a las personas, sino también a los dispositivos, los materiales y los procesos productivos.
Para empezar, es fundamental contar con un correcto aislamiento térmico en paredes, techos y suelos. Su finalidad mantener temperaturas estables y evitar condensaciones que provoquen diferentes problemas. Al fin y al cabo, un mal aislamiento generar corrientes de aire, humedad y superficies resbaladizas, muy peligrosas en zonas de tránsito.
Las puertas de accesos se cerrarán de forma automática o dispondrán de un mecanismo que acelere el proceso. Esto permite minimizar la entrada de aire exterior y conservar el microclima interior. En zonas con tránsito frecuente de mercancías, los sistemas de esclusas térmicas ayudan a reducir los cambios bruscos de temperatura.
Desde el punto de vista organizativo, las instalaciones deben incluir zonas de descanso climatizadas, próximas a las áreas de trabajo, que permitan una recuperación en un espacio templado. Del mismo modo, es necesario un diseño ergonómico de los puestos para reducir los movimientos bruscos. Esto no es un capricho, sino una necesidad, ya que el frío incrementa la rigidez muscular y el riesgo de lesiones.
Por último, las instalaciones eléctricas y los equipos deben estar preparados para funcionar en bajas temperaturas, pues el frío puede afectar al rendimiento de motores, baterías y aparatos electrónicos. También es imprescindible disponer de sistemas de ventilación controlada, que renueven el aire sin alterar de forma brusca la temperatura interior ni generar corrientes frías directas.
Consejos para mantener una temperatura confortable
Mantener una oficina a una temperatura confortable en el invierno tiene unas implicaciones profundas. Se cuida de la productividad, se reduce el absentismo y se garantizar el bienestar general de las personas trabajadoras. Para conseguir estos beneficios, se pueden seguir una serie de consejos:
- Ajustar la temperatura del sistema de climatización. La temperatura recomendada en oficinas durante el invierno suele situarse entre los 21 y 23 °C. Superar estos valores no mejora el confort, pero sí incrementa el consumo energético.
- Revisar puertas y ventanas para evitar fugas de calor. Las rendijas, cierres defectuosos y cristales mal aislados son una de las principales causas de pérdida térmica. Mejorar el sellado ayuda a mantener una temperatura estable sin sobrecargar la calefacción.
- Aprovechar la luz solar natural. Mantener persianas y cortinas abiertas en las horas de mayor insolación permite calentar los espacios de forma natural y reducir el uso de sistemas de calefacción.
- Distribuir de forma correcta los emisores de calor. Los radiadores o salidas de aire no deben quedar bloqueados por muebles, cortinas o equipos, ya que esto impide una difusión uniforme del calor.
- Evitar fuentes de frío internas. Equipos mal ubicados, entradas de aire directo o zonas próximas a fachadas mal aisladas generan microclimas fríos que afectan al confort de los puestos de trabajo.
En definitiva, cuando se trabaja en entornos fríos o durante el invierno, la temperatura se vuelve un factor clave para la salud. Para mitigar sus efectos nocivos, las instalaciones deben estar adaptadas y las personas trabajadoras utilizarán los EPIs pertinentes.
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